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Wagner Abril F.
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La magia y los misterios de la Mitad del Mundo (Paralelo 0) están en el Chocó Andino. Ofrece al visitante múltiples experiencias de vida, alejados del turismo mercantil.

Por senderos de bosques nublados, el visitante puede sumergirse en árboles y flores que deslumbran por los colores del arco iris… para tranquilizar la mente y calmar los agitados nervios de la ciudad. Hallará paz y solaz espiritual con “baños de bosque” ¡Y vivirá! cobijado con la frescura de árboles que le protegen de infernales temperaturas de calles y edificios.

Es la vasta región de 286 mil hectáreas que conserva la mayor biodiversidad en el mundo. Es territorio del oso de anteojos, una de las 8 especies del planeta en peligro de extinción. La floresta se adorna con el colibrí zamarrito pechinegro, infinidad de aves, reptiles, anfibios, insectos, flores y frutos… Los estudios demuestran que la deslumbrante flora y fauna existente en una hectárea de terreno supera a la biodiversidad del mismo espacio de Estados Unidos y Canadá, juntos.

Aquí, milenarios pueblos yumbos cuidaron celosamente al agua, tierra y aire, como elementos de la naturaleza que sustentan la vida de todos los seres humanos.

Es el mundo holístico -cuerpo, mente y alma- que se reproduce en riberas de ríos y cascadas de sanadores misterios vegetales. Ecuador tiene algunos de los últimos paraísos del planeta que sobreviven a la destrucción del progreso consumista que exacerba el capitalismo. La dramática realidad planetaria motivó la llamada de atención a gobiernos del mundo del máximo ejecutivo de la ONU, para multiplicar recursos y acciones que enfrenten con urgencia la triple crisis mundial: emergencia climática, pérdida de biodiversidad, y contaminación. “El aire caliente nos está matando” dijo en Estocolmo (02-06) en ceremonia conmemorativa del medio siglo de acciones emprendidas para combatir los problemas del medioambiente. En efecto,  olas de calor y veranos infernales, con temperaturas que superan los 46 grados C, impactan gravemente en ciudades y pueblos de España y Francia.

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Los miles de hectáreas cubiertas por gigantescos árboles con riachuelos que cruzan el territorio y forman grandes ríos y cascadas, representan salud y bienestar total. El mayor descanso de una persona con fatiga mental, agotamiento físico y gris horizonte  encuentra en verdes paisajes que cubren extensos espacios, con bosques primorosamente cuidados por trabajadores del campo, de manos encallecidas y sonrisa permanente.

El turista no lo sabe, pero en un “baño de bosque” va a recibir moléculas de terpenos. Son compuestos orgánicos de las plantas que interactúan con los receptores y neuronas del cuerpo que ayudan a eliminar el cortisol (hormona del stress). Al final de la increíble experiencia, en acogedora cabaña de una hostería o en pueblos pequeños que guardan sus encantos, tazas de humeantes café o chocolate le devuelven a la vida real, simple. Entonces, con respiraciones profundas, sonreirá el alma.

Recuerde, cuando lleguen sequías, inundaciones, deforestación…y hambruna… un pan, una botella de agua y la sombra de un árbol tendrán más valor que un lingote de oro…

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Wagner Abril F.
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Un pequeño letrero expone el concepto total, integrador de recursos, esfuerzos y capacidad de trabajo en favor de la más grande causa de la humanidad: proteger la naturaleza, madre tierra, pacha mama de milenarias culturas andinas, gaia (Grecia). Es decir, defender  el recurso natural que sostiene la vida humana.

Después de cómodo viaje de 90 minutos desde Quito, arribé a un amplio salón ubicado entre flores, arbustos, cantos de aves, plantas y árboles. Con muestras de franca amabilidad, el Dr. Lucas Pacheco Prado recibe a los invitados. El anfitrión, conocido personaje del mundo de la economía profesional de Ecuador, es Presidente de FUNDACIÓN PRADO, en el cantón Pedro Vicente Maldonado del Chocó Andino, con certificación de UNESCO en 2018, como Sexta Zona de Reserva de Biosfera del país.

Con Rodrigo Rangles, comunicador profesional y conocedor de múltiples cualidades y riquezas que guarda esta mágica región ecuatorial, disfruté nuevamente del recorrido por este “paraíso escondido”, como indican los anuncios publicitarios. Rodrigo había sido invitado para ofrecer una charla sobre el inconmensurable valor que tienen las más de 286 mil hectáreas de bosques, ríos y amplia biodiversidad. Cuenta con exitosa experiencia acumulada en su gestión como Presidente de la Cámara de Turismo del Chocó Andino y directivo de Hostería El Encanto. Especial vivencia  personal fue compartir objetivos y metas con todas las personas que asistieron al foro, autoridades locales, estudiantes universitarios y más invitados. Otros tres expositores completaban la interesante y oportuna reunión organizada por Lucas Pacheco, para examinar la situación de la naturaleza en Ecuador.

La verde joya natural del Chocó y otras cinco regiones privilegiadas que tiene el país, también con aval de UNESCO,  enfrenta riesgos múltiples. Proyectos mineros a gran escala, deforestación, construcción de represas hidroeléctricas, crecimiento urbano y otros. Adicionalmente, peligros que llegan del calentamiento global representan grandes retos de difícil resolución; las advertencias de calificadas instituciones especializadas, como el Panel Gubernamental de Científicos para el Cambio Climático (IPCC), de personajes como António Guterres, Secretario General de la ONU, Papa Francisco, celebridades como Leonardo DiCaprio y líderes indígenas como Rigoberta Menchú, sobre los problemas actuales y próximos para la humanidad que representan los cambios climáticos extremos (sequías, incendios, contaminación creciente, inundaciones, olas de calor y rebrote de enfermedades por el aumento de temperatura, etc) hasta ahora han sido desoídas.

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Rodrigo Rangles describió con datos y cifras las singulares características del privilegiado Chocó Andino, que en 286.8 mil hectáreas tiene 12 tipos de bosque y cuatro clasificaciones climáticas. En su interior, el visitante puede mirar al oso de anteojos (especie con peligro de extinción) en los corredores ecológicos, admirar la más variada flora y fauna del planeta; disfrutar de recorridos en los bosques, respirando aire puro (cada hectárea tiene capacidad de absorber 250 toneladas de carbono) que permiten los maravillosos ecosistemas. “Sus ocho áreas-núcleo preservan 700 especies de aves, 140 especies de anfibios y 40 reptiles”, dijo el expositor. La riqueza de pintó la exuberancia y multiplicidad de la riqueza biológica de la zona y de sus pueblos.

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Todas estas maravillas naturales adquieren trascendencia universal con severas y recientes admoniciones: “Estamos caminando al borde del abismo”, expresó el Secretario General de la ONU en COP 26 (Glasgow, enero 2022); “El mundo tiene diez años para cambiar el actual modelo económico por otro menos consumista” señaló el IPCC en 2021; Bill Gates, en su reciente libro “Cómo evitar el desastre climático” precisó “… los planes actuales para reducir el calentamiento global, incluso si se cumplen los Acuerdos de París (2015), no van a alcanzar para evitar un desastre climático”.

Con excelencia de antecedentes académicos, espíritu humanista y voluntad de trabajo, Lucas Pacheco ha emprendido una sus más importantes tareas, pensando en el bien común del ahora y de generaciones futuras. Anticipamos éxitos en sus empeños.

Rodrigo Rangles Lara

Turistas entusiasmados llegan al Chocó Andino huyendo del frío quiteño, en busca del calorcito subtropical y se encuentran con un cielo plagado de negros nubarrones y espesa niebla que, en su esquiva transparencia, enseña recelosa las sombras de árboles gigantes y el filo de las encrespadas lomas circundantes.

No terminan de registrarse y recibir la bienvenida de la administración, cuando el chubasco se desata con la fuerza propia de los inviernos lugareños.  Contrasta el entusiasta jolgorio de miles de chicharras amantes de la lluvia, con la desazón del grupo que pregunta: “¿Siempre es así?” En clara muestra de preocupación, pensando que – como confesarían luego - “se acabaron las vacaciones”.

Un coctel de bienvenida y la explicación de lo que pueden descubrir penetrando la niebla de esta mágica foresta, parece tranquilizarles, aunque se les siente poco convencidos. Luego de una amena charla sobre los secretos de la selva, se sirven una suculenta cena y piden descansar.

Una pequeña llovizna les recibe la mañana siguiente, en medio de un nutrido concierto de trinos de incontables aves vestidas con exóticos plumajes que, en su atrevido vuelo, anuncian el fin de la tormenta.

“Hemos dormido como benditos” comentan y agradecen al murmullo de la lluvia, el lejano roncar del río y a esa infinita orquesta de incontables bichos y animales nocturnos que pululan en la brumosa selva circundante.

No bien terminado el desayuno, se animaron a traspasar ese manto blanco que todavía cubría el bosque. Helechos de variadas formas, colores y tamaños; bromelias colgando coquetas en los troncos de añejos y enormes canelos, guayacanes, carboneros, melinas y tantas otras especies que reinan, desde tiempos inmemoriales, en ese bosque primario.

Las orquídeas, hermosas señoras que engalanan esta abigarrada selva, subyugan por sus exóticas formas y colores. El grupo descubrió unas tan pequeñitas que deben mirarse con lupa y, por supuesto, disfrutaron de las caprichosas formas del “zapatito” o la sorprendente “cara de mono” y otras incontables que encontraron entre musgos y líquenes.

Cada paso que avanzan en ese selvático bosque húmedo, les sorprende su exultante flora y, los miembros del grupo, dispersos en direcciones distintas, tratan de guardar, en sus cámaras fotográficas o sofisticadas celulares, las mejores imágenes que les regala la naturaleza.

El descenso desde el balcón montañoso les conduce hacia un claro de la jungla y, ante sus sorprendidos ojos, se abre un valle verde abigarrado y apretado como un descomunal brócoli, pincelado con colores fucsias de florecidos anturios gigantes o frondosos guayacanes regalando sus amarillas copas.

Miran absortos el enorme cañón partido en mitades por una enorme serpiente cristalina que, en su descenso desde las cumbres andinas, crepita torrentoso abriéndose paso en su marcha hacia las costas del Pacífico.

Hipnotiza el escenario y no se hace esperar una nueva lluvia de fotos y videos. Pasado el inolvidable momento, apuran el paso buscando otros escenarios, más  flora o fauna y, de pronto, en una fronda de tangaré, como tratando de huir,  divisan un enorme oso perezoso.

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Plomo claro con una pinta amarilla en su lomo, parece mirar al grupo con curiosidad, tristeza y miedo. Trepa lento, pausado, regresando a ver, hasta que se pierde entre ramas y tupidas hojas. Es una de las especies exóticas de la incontable fauna que guarda el Chocó Andino, certificado como Reserva Mundial de la Biósfera, por las Naciones Unidas.

El descenso sigue lento, ya se escucha roncar el río y una incesante melodía cantarina que corre desde las bóvedas vegetales y, en su caída, produce un golpeteo continuo y seco que levanta un vapor blanquecino que inunda, con sus minúsculas partículas de vapor, el bosque circundante. Son cascadas con millones de transparentes gotas rompiéndose en pedacitos, cual cristales diamantinos.

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Sorteando algunos recovecos de esa tupida foresta el grupo encuentra, a boca de jarro, las caudalosas aguas del Río Blanco y a un costado, hacia la derecha, una gruesa cortina gris que desciende incesante desde un alto peñasco y, a sus pies, una fuente transparente y diáfana mostrando orgullosa los variopintos colores de sus entrañas.

A la sensación de recogimiento y meditación que induce la escena, siguió un inevitable chapuzón y el jolgorio que comparten esos felices visitantes, disfrutando ese concierto cósmico emanado del bosque, el río, la cascada y la pertinaz llovizna que acompañó el recorrido.

Es el mismo escenario que, hace añares y añares, disfrutaron los originarios yumbos que adoraban el agua como uno de sus dioses y llegaban a las cascadas, para ellos sagradas, a celebrar sus ritos religiosos, fuente de vida y de sanación corporal o espiritual.

De regreso al lujoso lodge “el encanto”, levantado en medio de ese mágico bosque, alegres de lo vivido, abundan  en comentarios: “Gracias por proteger estos espacios vírgenes”, dice uno de ellos; mientas otro, señala: “Ha sido una experiencia inolvidable”; en tanto un tercero sostiene que “la lluvia purifica y el agua es esencia de la vida”.

Wagner Abril F.

¿Esquivó Ecuador con fácil sus compromisos en la compleja reunión COP26 sobre cambio climático? Aparentemente ¡sí! Solo en apariencia.

El anuncio de creación de nueva zona de reserva marina de 60 mil kmts2 en las islas Galápagos para formar con Panamá, Colombia y Costa Rica un corredor de protección de especies marinas y lograr el “canje de deuda más grande de la historia”, se difundió como gran avance del Presidente Guillermo Lasso para la transición ecológica del país.

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Ecuador, con rica biodiversidad y siete Zonas de Reserva de Biosfera, apenas contribuye con 0.16% de gases de efecto invernadero a la atmósfera (GEI). China y EE.UU. son los dos países responsables de casi la mitad del total de GEI. Así, Ecuador sufre una clara y permanente “injusticia climática”, sin que ninguna autoridad u organismo reclame en foros diplomáticos. El país del “sol recto” vive hoy la promesa presidencial de mayor desarrollo y urbanización, en la era del antropoceno.

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La postura ecuatoriana en la cita de Glasgow fue cuestionada por líderes indígenas, calificándola de “salida fácil” y al modelo económico gubernamental como “extractivista”. En efecto, los reiterados anuncios del Mandatario -experimentado banquero, para asentar sus políticas económicas en la explotación de recursos energéticos, petróleo y minas, crea zozobra y despierta angustia en varios pueblos indígenas de provincias orientales.

El gobierno espera obtener 1.600 millones de dólares por exportaciones de cobre y oro en el 2022, de proyectos instalados en la oriental provincia de Zamora Chinchipe y posteriormente en otras cuatro del país. Los míticos paisajes amazónicos cambian progresivamente con la explotación de petróleo y minas, apertura de vías, deforestación y eliminación de especies de flora y fauna. Hoy, estas políticas provocan mayor angustia por destrozos en la milenaria naturaleza considerada el “pulmón del planeta”. Pueblos indígenas de Sucumbíos de la comunidad A’i Cofán de Sinangoe, reclamaron recientemente a jueces de la Corte Constitucional el establecimiento de parámetros vinculantes para autodeterminación de los pueblos como requisito previo para operación de estos proyectos.

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El maravilloso paraíso natural que es Ecuador confronta el dilema del cuestionado “desarrollo sostenible” aunque está “al borde del abismo”, según advertencia del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres. Y desde la academia se generan ideas sobre la necesidad del “decrecimiento económico” para evitar impactos negativos en la naturaleza y medio ambiente; la FAO advirtió el injustificable desperdicio de más de 1.300 millones de toneladas de alimentos; el deshielo polar y de glaciares cambian la configuración de la corteza terrestre, el voraz consumismo ha eliminado alrededor de 180 millones de hectáreas de bosque desde 1990. Todos estos peligros obligan a repensar los conceptos de crecimiento económico y desarrollo. El Gobierno también camina al filo del abismo. 

Mientras los poderes mundiales discurren, desde Pichincha, Ecuador, le invitamos a vivir las dimensiones transformadoras de mente, cuerpo y espíritu, en medio de bosques nublados, bandadas de pájaros, mariposas y riachuelos. Así, usted formará parte del crecente ejército de héroes que defienden al planeta tierra. Que es nuestra casa.

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Wagner Abril F.

Llegar al bosque y entrar en la verde biblioteca de la vida para leer árboles que muestran sus hojas como cuadernos gigantescos es tarea necesaria para vivir misterios del universo. Solo faltan lectores para descifrar lenguajes sonoros de aves, ranas y chinchorros. ¡Imagínese! Lo hice en una de mis frecuentes visitas a Hostería El Encanto

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Es posible recordando que hay que trabajar PARA VIVIR, como dice el célebre aforismo que recomienda poner suficientes pausas de descanso y placer en la vida, para prolongar los años con salud y alegría.

Es posible…¡y necesario!.

¡Imagínese! pasar de interminables horarios de trabajo competitivo, ensordecedor bullicio y comida chatarra de la ciudad que enferma, a la vida lenta, en conversación franca con flores y plantas, aspirando aire siempre fresco en recorridos por estrechos y verdes senderos de bosques cubiertos de niebla. ¡Imagínese! Vivir un tiempo de calidad superior desafiando abiertamente al frenético culto a la velocidad postmoderna de la “civilizada existencia”

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La diversa cromática del verde, amarillo, violeta y otros cien mil colores pintan los infinitos mundos de biodiversidad bulliciosa y espectacular de bosques, ranas, colibríes, culebras…y elevadas palmeras o guaduas que componen el paisaje del Chocó Andino de Ecuador. La mayor expresión de la moderna ECO-ECONOMÍA está en esta zona, cruzada por minúsculos senderos que muestran “…la magia de las flores en sus detalles y colores, en el arcoíris que irradian las gotitas de rocío atrapadas en una telaraña al ser sorprendida por el sol de la mañana…” como bien describe una reciente obra de Patricio Espinel Cueva, al contar en “una historia no muy lejana” sus miradas, vivencia y experiencias como personaje auténtico de San Miguel de los Bancos, la pequeñísima urbe en la que vive.

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Con personalidad siempre abierta al diálogo, miradas que reflejan su diaria alegría de vivir en la región con múltiple naturaleza y caminos de larga historia, habitada dos mil años antes de Cristo, Patricio Espinel atiende en su hostal “Mirador del río”. Aquí hay “gastronomía orgánica”, cultivada sin químicos ni transgénicos. Lo mismo ocurre en otros paradores y hostales de la zona. Experiencia única tiene el visitante en la terraza, mirando al distante río que corre entre flancos de montañas, maravillándose con iridiscentes colibríes que revolotean por el restaurante. El recuerdo del grandioso espectáculo se grabará en neuronas y retina mientras bebe lenta, pausadamente tazas de rico café.

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Las exigencias duras de la vida actual imponen el VIVIR PARA TRABAJAR, con ritmo cada vez más forzado, cambiante y acelerado. Trabajar ignorando los riachuelos que culebrean entre raíces y hojas del suelo vital, despreciando el sol quemante del territorio ecuatorial del Chocó Andino, puede ser torpeza de quien olvida visitar los paradisíacos lugares que le rodean. Ecuador tiene siete Zonas de Reserva Ecológica en su variada geografía. La última aprobada por UNESCO es la región del Chocó Andino. Aquí se cuida la biodiversidad para evitar la extinción de las especies.

Aquí está un pueblo que tiene el nombre de arcángel protector, San Miguel, y de trozos de madera cortada en los que, siglos atrás, descansaban los caminantes, de los Bancos. En San Miguel de los Bancos se encuentran cientos de personas y lugares que quieren compartir su especial magia de vivir la vida plena, en la mitad de naturaleza. Es una forma de “vida lenta”, “slow life” o buen vivir.

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Si desea sentir esa sensación de sosiego absoluto y  vivir inolvidables momentos de diversión, el Chocó Andino le espera, con sorpresas y experiencias inolvidables que, además, le harán olvidar el estresante ajetreo urbano y protegerá su salud física y mental.

Estudios de científicos japoneses demostraron que caminar en silencio por un  bosque maduro, despierta los cinco sentidos, mejora el sistema inmunológico y, al recibir un baño de fitonsidas, unas minúsculas e imperceptibles partículas que emiten los árboles, baja sustancialmente los niveles de estrés.

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En las inmediaciones del Distrito Metropolitano de Quito, es decir, a la vuelta de la esquina, el  Chocó Andino le invita a sumergirse, en su extensa y montañosa capa verde, para descubrir las maravillas naturales formadas a través de miles de años donde, además, podrá reencontrarse con la herencia cultural de los yumbos, en cientos de vestigios arqueológicos, a lo largo del territorio.

Los diversos pisos climáticos - pasando desde las gélidas cumbres noroccidentales del Pichincha, hasta el caluroso trópico de Puerto Quito – y la fertilidad de sus suelos, ofrecen una infinita variedad de productos alimenticios, base de inspiración de chefs y cocineros que orgullosamente  ofrecen, una infinita gama de rica gastronomía criolla e internacional.

Hasta hace poco se decía que en el Chocó había dos estaciones en el año: invierno y diluvio. Es cierto que la mano del hombre ha incidido en el cambio climático, pero ninguna duda existe al afirmar que si algo abunda en la región es el agua, en sus incontables cuencas hidrográficas, manantiales y hermosas cascadas cristalinas.

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Bosques, ríos y cascadas son escenarios de provocativos deportes de aventura, para toda edad y  sexo, que divierten a los intrépidos, volando como aves sobre los árboles, ensayando el Canopy o se inscriben en el Cañoning, desafiando el vértigo en  verticales peñones de crispadas cascadas.

Aficionados al Tubing se divierten bañados navegando  en ríos de  aguas mansas, encaramados en enormes boyas de hule; en tanto los experimentado prueban el Rafting, remando en equipo para evadir turbulentos rápidos, en aguas bravas. Lo mismo hacen los aficionados al Kayak: solos en un bote, luchando contra aguas torrentosas.

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No sorprende si en un recodo, de los cientos de sinuosos senderos trazados en la montaña,  se encuentra con esforzados ciclistas pedaleando en medio de bosques nativos, mirando escenarios selváticos incomparables o pajareros buscando aves exóticas para mejorar su registro en organismos especializados de trascendencia mundial y, más allá, senderistas oteando, entre la tupida selva, en busca de alguno de  los incontables animales silvestres que habitan este territorio  declarado Reserva Mundial de la Biósfera, por las Naciones Unidas. 

Hay lugares especializados en pesca deportiva donde acuden principiantes o aficionados; sin embargo, los profesionales prefieren lanzar sus anzuelos o atarrayas en busca de sábalos, sabaletas, guañas, lisas y otras especies de peces de agua dulce que abundan en ríos y riachuelos del Chocó.

Regularmente, se trata de campistas disfrutando de una parrilla improvisada sobre  pedrones a orillas de los ríos o  disfrutando del paisaje en miradores naturales o viviendo dentro del bosque la interminable melodía cósmica, a cargo de invisibles moradores de esa misteriosa y tupida selva.

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Si prefiere comodidad, sin dejar de experimentar las vivencias en la jungla, existen restaurantes, bares, cafeterías o hermosos hostales, hosterías, lodges y resorts con ofertas para clientes de todo nivel económico; algunos de esos locales, con certificados internacionales de calidad y bioseguridad donde, además, se practican servicios personalizados que harán inolvidable esa encantadora vivencia, en el lugar más biodiverso del planeta.

Busca descanso, diversión y salud, el Chocó le espera.

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